Celebración que se inicia en la noche del Sábado Santo, es la celebración litúrgica más importante del año, en la que monseñor Joselito Carreño, ofició acompañado de un gran número de feligreses.
Ceremonia que inicia con la bendición del fuego bajo total oscuridad, la iluminación del Cirio Pascual como símbolo de Cristo Resucitado luz del mundo; procediéndose luego al gran Pregón Pascual himno precioso que narra brevemente la historia de la salvación de la humanidad; seguido por las lecturas de siete pasajes del antiguo Testamento como el de la creación del mundo, el de la vocación de Abraham y la prueba que le puso Dios a sacrificar a su hijo Isaac, la de paso de pueblo de Israel por el mar rojo; seguido por el Gloria a Dios y encendido de las luces, para dar paso a las lecturas del nuevo testamento con el gran aleluya al Evangelio que nos narra como tuvo lugar la resurrección del Señor Jesucristo.

En su homilía Monseñor expresó que está celebración, es la máxima experiencia que se puede vivir en la historia de la humanidad, porque si Jesucristo no hubiera resucitado, no tendría sentido la fe.
Es la respuesta que Dios da, a la experiencia esperanzadora que anima en el corazón humano, cuando atraviesa por momentos oscuros y situaciones difíciles, como los que hoy vive el mundo entero, desde el año anterior bajo está pandemia del Covid-19, experiencia de dolor, de sufrimiento, de muerte.
La respuesta que Dios da para consolar el corazón y el espíritu, es la resurrección de Jesucristo, su hijo amado que cambia todo, que parte la historia en dos y le da un horizonte esperanzador y victorioso de la vida sobre la muerte, del mal sobre el bien, de la verdad sobre la mentira y del amor sobre el miedo, la indiferencia y el odio.
De ahí, la invitación constante a volver a comenzar en cada nuevo amanecer, un renacer, para vivir de manera más sincera y honesta en sus valores y en su palabra; pidiendo la madurez y cultivando la actitud de la no violencia ante tanto agravio, maldad e injusticia, como de la que fue víctima Jesús en el madero de la cruz.
Es cambiar de actitud, pasando de la tanta violencia a la no violencia en un país como el nuestro, donde la violencia ha sido el pan de cada día, destruyendo vidas, desplazando familias, acabando hogares; truncando la salud e integridad de las personas con la tortura y crímenes contra la dignidad del ser humano.
Un país que se tilda de cristiano católico en su mayoría y que aún vive sin la presencia del espíritu del resucitado; evidenciado en el adormecimiento de la mente y el corazón de sus ciudadanos, al convivir con la cotidianidad de la violencia y de la muerte.
Es necesario entonces, incluir la práctica de la no violencia, para pensar en el bien común y no en el individualismo egoísta donde prima el interés particular sobre el interés general.
No seguir eligiendo líderes corruptos que quieren y llegan al poder, para concentrar riqueza en manos de unos pocos, llevando el país a la ruina, al hambre y miseria de las mayorías, a la falta de afecto y de solidaridad; a la falta de una vida digna; realidad terrible que nos rodea.
Cómo hijos de la luz, de la resurrección; es necesario pensar en cómo dar respuesta a esta dolorosa realidad que vive el pueblo colombiano.
Con la fortaleza de esta pascua, y con el espíritu del resucitado, pedir por la transformación de esos corazones egoístas, pedir para ser más innovadores y creativos; para aportar en la construcción de una sociedad más justa, más equitativa e igualitaria dónde no se excluya a ninguno y se incluya a todos.
La invitación de esta magna celebración del resucitado, es a no seguir alimentando este mundo violento y corrupto generador de odio y de ausencia de perdón en nuestros corazones.

La homilía finalizó implorando a Cristo resucitado por la transformación espiritual de la humanidad, para ser verdaderos instrumentos de paz, de reconciliación, de perdón y de entrega generosa por el bien de todos.

Está celebración se revistió de gran solemnidad y festividad, con riqueza de instrumentos musicales, arreglos corales, incienso y un reiterativo aleluya, celebración que culminó con el bautismo de seis pequeños que pusieron una nota tierna y feliz.
María Esperanza Castro Torres Oficina de Pastoral de las Comunicaciones.