Este texto aborda la importancia de vivir en el mundo digital de manera auténtica y con amor al prójimo. Destaca que las redes sociales y la cultura digital han tenido un impacto profundo en nuestras comunidades de fe y trayectorias espirituales personales. Se menciona que la Iglesia ha reflexionado sobre la realidad digital a lo largo de los años y ha reconocido la importancia de proclamar la Buena Noticia también en el ámbito digital.

Se señala que la interacción práctica de la Iglesia en las redes sociales ha sido efectiva, como se evidenció durante la pandemia de COVID-19 cuando el Papa Francisco pudo transmitir un mensaje de esperanza y unión a través de la televisión e Internet. Se destaca la capacidad de los medios digitales para alcanzar a personas en todo el mundo y crear momentos de unidad y comunión, a pesar de la distancia física.

El texto también plantea preguntas y desafíos relacionados con la participación de los cristianos en el mundo digital, como el tipo de humanidad reflejada en nuestras interacciones digitales, la autenticidad de nuestras relaciones en línea y la expresión viva y fresca de nuestra fe en el entorno digital. Se hace referencia a la parábola del buen samaritano como un recordatorio de la importancia de considerar quién es nuestro “prójimo” en las redes sociales y cómo podemos responder a sus necesidades.

El objetivo del texto es promover una reflexión común sobre las experiencias digitales y fomentar un enfoque constructivo y creativo que promueva una cultura de amor al prójimo en el mundo digital.

I) Cuidado con las trampas en las autopistas digitales

Aprender a mirar desde la perspectiva del hombre que cayó en manos de los ladrones (cfr. Lc 10, 36)

¿Una tierra prometida que hay que redescubrir?

Las redes sociales son solo una parte del proceso más amplio de digitalización que ha transferido muchas actividades y dimensiones de la vida humana a plataformas digitales. La digitalización ha aumentado nuestra eficiencia, fortalecido nuestra economía y nos ha ayudado a resolver problemas que antes parecían insolubles. Nos ha proporcionado acceso a información y la capacidad de conectarnos más allá de los límites físicos.

La pandemia ha acelerado este proceso, llevando actividades como la educación y el trabajo a un entorno remoto. También ha impulsado cambios en los sistemas judiciales y legislativos, con la adopción de sesiones y votaciones en línea como alternativa a las reuniones presenciales. La velocidad de difusión de la información también está cambiando la forma en que opera la política.

Con la llegada de la Web 5.0 y otros avances en la comunicación, la inteligencia artificial jugará un papel cada vez más importante en nuestra experiencia de la realidad. Estamos presenciando el desarrollo de máquinas que trabajan y toman decisiones por nosotros, que pueden aprender y predecir nuestros comportamientos, y que pueden responder a nuestras preguntas y aprender de nuestras respuestas. Además, se están desarrollando sensores que pueden medir nuestras emociones al colocarse en la piel. Sin embargo, aún quedan muchas preguntas por responder en este entorno en constante evolución.

La cultura actual es una cultura digital, y las tensiones generadas por los cambios provocados por Internet son evidentes. Algunos han nacido dentro de esta cultura y se consideran “nativos digitales”, mientras que otros todavía están tratando de adaptarse y se denominan “inmigrantes digitales”. Para superar la dicotomía entre lo digital y la interacción cara a cara, se ha acuñado el término “onlife”, que une la vida humana y social en todas sus expresiones, ya sean en espacios digitales o físicos.

Dentro del contexto de la comunicación integrada, las redes sociales desempeñan un papel fundamental en la configuración de nuestros valores, creencias, lenguaje y supuestos de la vida cotidiana. Para muchas personas, especialmente en países en desarrollo, el contacto con la comunicación digital se produce principalmente a través de las redes sociales. Más allá de su utilidad como herramienta, las redes sociales se han convertido en un espacio vital donde se lleva a cabo la comunicación de valores y creencias fundamentales, y donde las personas buscan una sensación de pertenencia y afirmación.

En este ecosistema, se espera que las personas confíen en las declaraciones de principios de las compañías de redes sociales, que prometen acercar a las personas, dar poder a todos para crear y compartir ideas, y dar voz a todos. Aunque sabemos que estos esloganes publicitarios rara vez se cumplen, tendemos a creer en estas promesas.

En resumen, Internet y las redes sociales se consideraban inicialmente como una tierra prometida, un espacio de entendimiento común, información libre y colaboración. Sin embargo, la realidad actual de la digitalización plantea desafíos y tensiones que aún estamos aprendiendo a abordar.

Trampas a evitar

En primer lugar, es importante reconocer que aún existe una “brecha digital” que deja a muchas personas sin acceso a las necesidades básicas y a las tecnologías de la información y comunicación. Además, la brecha de las redes sociales se amplía, ya que estas plataformas, en lugar de unir a las personas, a menudo las dividen de diferentes formas.

Es fundamental comprender que las redes sociales tienen un valor comercial y que las marcas e instituciones han aprovechado su potencial estratégico, convirtiendo a los usuarios en consumidores. En este sentido, los usuarios son tanto consumidores como productos, ya que se les presenta publicidad personalizada y sus perfiles y datos se venden a otras empresas. Al aceptar las condiciones de servicio de las redes sociales, generalmente sin leer o entender completamente, estamos pagando con nuestra atención y nuestros datos.

El énfasis creciente en la distribución y comercio de conocimiento, datos e información ha generado la paradoja de que, en una sociedad donde la información es esencial, es cada vez más difícil verificar las fuentes y la exactitud de la información que circula en línea. Los algoritmos de inteligencia artificial deciden constantemente qué mostrarnos, basándose en factores que a menudo desconocemos, lo que resulta en una personalización de los resultados que nos expone a una información parcial que refuerza nuestras propias ideas y nos aísla en “burbujas”.

Las comunidades en línea de las redes sociales suelen estar configuradas en torno a intereses compartidos, lo que limita el encuentro con aquellos que son diferentes. Los sistemas automatizados pueden fomentar comportamientos extremos y la difusión de discursos agresivos y negativos, creando un terreno propicio para la violencia, el abuso y la desinformación. Las interacciones en línea son diferentes de las que ocurren en espacios físicos, ya que no hay una respuesta verbal y no verbal inmediata.

Para abordar estas trampas y descontentos digitales, es crucial ser conscientes de ellas y buscar soluciones. Debemos reconocer el mundo digital como parte de nuestra vida, pero también entender la complementariedad entre las experiencias físicas y digitales. No podemos ignorar el sufrimiento y la división que ocurren en las redes sociales, y debemos recordar a aquellos que se quedan atrás. Es importante adoptar la perspectiva de los marginados y los heridos digitales para comprender mejor el complejo mundo actual.

Tejer Relaciones

En la sociedad actual, cada vez estamos más divididos y nos refugiamos en nuestras propias burbujas. Las redes sociales están contribuyendo a la indiferencia, polarización y extremismo. Es necesario participar en ellas de una manera que vaya más allá de nuestros propios grupos y buscar encuentros con aquellos que piensan diferente. Acoger al “otro” puede resultar difícil, pero debemos superar la tendencia a trazar límites entre “nosotros” y “ellos”. La parábola del Buen Samaritano nos desafía a superar la cultura del descarte digital y salir de nuestra zona de confort para ir al encuentro del otro. Esto implica comprender que todos somos parte de la humanidad herida y actuar con amor al prójimo. Debemos dejar de ser indiferentes y reconstruir una lógica de comunidad basada en el encuentro mutuo. En lugar de actuar individualmente en las redes sociales, debemos preguntarnos cómo podemos crear experiencias en línea más saludables, fomentar el diálogo y el respeto, y reconstruir un ambiente digital basado en la confianza mutua. Todos podemos contribuir a este cambio comprometiéndonos con los demás y desafiándonos a nosotros mismos en nuestros encuentros. Como creyentes, debemos dirigirnos intencionalmente hacia el encuentro y nutrir nuestra relación con Dios tanto en lo digital como en la oración y la vida sacramental de la Iglesia.

II) De la conciencia al verdadero encuentro

Aprender de quien tuvo compasión (cfr. Lc 10, 33)

Oyentes deliberados

Las redes sociales nos plantean desafíos y tentaciones, como el individualismo y el autoengrandecimiento. Sin embargo, podemos evitar caer en esas actitudes si aprendemos a escuchar y tomar conciencia de la presencia de los demás. La parábola del buen samaritano ilustra la importancia de ver a los demás como personas que necesitan ayuda y compasión, más allá de nuestras diferencias. El samaritano rompe barreras sociales y se acerca al herido con compasión y cuidado. En las redes sociales, también debemos esforzarnos por romper divisiones y ver el valor y la dignidad de los demás, dejando que sus historias nos toquen y practicando una escucha auténtica. Ser prójimo en el entorno digital requiere intencionalidad y abrirnos más allá de nuestras zonas de confort y burbujas.

Ladrones de atención

En este capítulo se destaca la importancia de la escucha como una habilidad fundamental para establecer relaciones significativas con los demás. A pesar de estar inmersos en una red de información a través de nuestros dispositivos y plataformas de redes sociales, las interacciones mediadas aún son limitadas y a menudo carecen de contexto completo. Aunque la abundancia de información ofrece ventajas, también genera sobrecarga cognitiva y social debido al constante bombardeo de solicitudes y estímulos. En la cultura digital, nuestra atención se dispersa fácilmente y tendemos a explorar superficialmente en lugar de profundizar en las realidades. La falta de silencio y espacio para el pensamiento profundo y enfocado puede llevar a la pérdida de capacidades cognitivas y a interacciones superficiales. Se destaca la importancia de buscar el silencio como un recurso valioso para la concentración y el discernimiento en medio de la sobrecarga de estímulos digitales. La escucha, surgida del silencio, es fundamental para cuidar a los demás y acoger sus perspectivas con humildad y respeto.

Con los oídos del corazón

En la cultura digital actual, donde la velocidad y la inmediatez ponen a prueba nuestra atención, la habilidad de escuchar se vuelve aún más importante. Un enfoque contemplativo de la vida, basado en la escucha, puede ser transformador tanto para las personas como para la cultura en su conjunto. Comprometerse a escuchar en las redes sociales es fundamental para crear un ambiente en el que las personas sean prioridad sobre la interacción superficial.

Aunque la cultura digital nos ha brindado un mayor acceso a los demás, escuchar en las redes sociales va más allá de simplemente analizar datos y estadísticas. Requiere una escucha que involucre todo nuestro ser, una apertura del corazón que fomente la cercanía y establezca una verdadera comunicación. Esta forma de escucha es esencial tanto en la oración como en las relaciones auténticas.

El diálogo interior y la relación con Dios son fundamentales para desarrollar nuestra capacidad de escuchar. La lectura espiritual de las Escrituras, como la lectio divina, nos permite tener una experiencia lenta, deliberada y contemplativa al escuchar la Palabra de Dios. Este encuentro con la Palabra divina, incluso a través de Internet, nos conecta con la historia personal de otros y nos brinda la oportunidad de establecer relaciones significativas.

En la era digital, la búsqueda de la “Palabra del día” o el “Evangelio del día” demuestra el deseo de los cristianos de conectarse con la Palabra divina. Nuestro encuentro con la Palabra nos permite ir más allá de la información en la pantalla y acercarnos a la persona detrás de ella. Al reconocer la presencia de otras personas, la práctica de la escucha nos permite ser hospitalarios y construir relaciones significativas.

Discernir nuestra presencia en las redes sociales

El comunicar en las redes sociales desde una perspectiva de fe implica tanto aspectos prácticos como espirituales. Requiere discernimiento y reflexión orante sobre cómo interactuar con los demás en estos contextos. El concepto de “prójimo” en las redes sociales abarca a todas las personas con las que estamos conectados, pero también incluye a aquellos que no podemos ver y a otros actores como bots y programas automáticos. Reconocer a nuestro prójimo digital implica estar presente en sus historias y mostrar solidaridad, especialmente hacia aquellos que sufren. Ser consciente de nuestra presencia en las redes sociales implica evaluar nuestras relaciones con Dios, con los demás y con el ambiente que nos rodea, y cómo se reflejan en nuestra vida digital.

III) Del encuentro a la comunidad

“Cuídalo” (cfr. Lc 10,35) – extender el proceso de sanación a los demás

Cara a cara

Este capítulo aborda la importancia de la comunicación como una conexión que lleva a la relación, la comunidad y la comunión. Comunicar implica establecer relaciones basadas en la verdad y formar parte de una comunidad que comparte creencias y valores. La construcción de una comunidad a través de prácticas comunicativas, incluso en entornos digitales, ha sido una pregunta antigua. Se mencionan ejemplos bíblicos de cartas apostólicas que buscaban el encuentro personal. En la era actual, es necesario superar la dicotomía entre lo digital y lo físico, y adoptar una lógica de complementariedad y totalidad de la vida humana y social. Las relaciones en las redes sociales deben fortalecer las comunidades locales, recordando que al otro lado de la pantalla hay personas con historias, sueños y sufrimientos.

Por el camino a Jericó

Los medios digitales permiten encuentros significativos y auténticos más allá de los límites espaciales y culturales. Aunque carecen de cercanía física, pueden aliviar el aislamiento y el dolor al interactuar sinceramente, expresar solidaridad y entablar conversaciones significativas.

Las redes sociales son como el camino a Jericó, llenas de oportunidades de encuentros imprevistos. Sin embargo, ser religioso o proclamarse seguidor de Jesús no garantiza una auténtica ayuda o búsqueda de curación y reconciliación. Las interacciones hostiles y palabras violentas contradicen el Evangelio.

Para construir una comunidad en línea auténtica, debemos actuar como el buen samaritano, mostrar compasión y ayudar a los demás. Nuestro deseo de humanizar las redes sociales requiere actitudes y gestos concretos.

La promoción del sentido de comunidad implica estar atentos a los valores compartidos, experiencias, esperanzas, penas, alegrías y humor. Formar una comunidad en línea requiere compromiso personal y participación libre y recíproca. El trabajo de sanación y reconciliación es crucial para construir una comunidad en línea.

Todos tenemos la opción de ser buenos samaritanos en las redes sociales, transformando conexiones en encuentros significativos. Podemos curar divisiones y hostilidad al cuidar y preocuparnos por los demás.

Curar las heridas en las redes sociales implica buscar la unidad y construir ambientes eclesiales que incluyan las periferias geográficas y existenciales de las culturas actuales. Es esencial discernir nuestra presencia cristiana en el espacio digital y desear ser un pueblo que incluye, integra y levanta a los caídos.

“Ve y haz lo mismo”

En el contexto digital, la relación y la comunidad son fundamentales. Aunque la soledad y el aislamiento son problemas actuales, muchas personas recurren a los espacios digitales en busca de compañía y solidaridad. Sin embargo, a menudo se encuentran con actitudes críticas y defensivas en lugar de apoyo. La cultura digital presenta desafíos y dones, y a veces se forman comunidades en línea basadas en la contraposición con un “otro” externo. Esto puede llevar a la polarización y al tribalismo digital, olvidando la dignidad de las personas involucradas. En las redes sociales, es importante ir más allá del intercambio superficial de opiniones y emprender acciones concretas para transformar el mundo. Debemos aprender del buen samaritano y no solo mostrar compasión, sino también tomar medidas para ayudar y sanar. La hospitalidad en línea se basa en la apertura al encuentro con el otro, acogiendo a Cristo en el desconocido. Las comunidades digitales deben actuar juntas y convertirse en testigos de comunión para fomentar la hospitalidad y la curación. Es posible cambiar el entorno digital y promover modelos basados en la confianza, la transparencia, la igualdad y la inclusión. Juntos, podemos reconstruir los espacios digitales para que sean más humanos y saludables.

Compartir una comida

Durante la pandemia, las redes sociales y la realidad digital han sido importantes para la Iglesia al transmitir las celebraciones litúrgicas y brindar consuelo a quienes no podían participar en persona. Sin embargo, es necesario reflexionar sobre cómo complementar la vida sacramental en el entorno digital y abordar cuestiones teológicas y pastorales, como la explotación comercial de la transmisión de la Santa Misa.

La comunidad eclesial se forma más allá de la geografía y residencia, reunida en nombre de Jesús. Es esencial redescubrir la relación entre la liturgia en la iglesia y las celebraciones en los hogares, reconstruyendo el puente entre las mesas familiares y el altar. La participación en la Eucaristía no puede ser reemplazada por una pantalla, ya que compartir una comida es una experiencia sensorial que involucra todos nuestros sentidos.

La encarnación es central para los cristianos, ya que Cristo se encarnó en un cuerpo y continúa presente en los sacramentos. La conexión trasciende los límites del espacio cuando nos reunimos en el nombre de Jesús y participamos en la comunión universal del Cuerpo de Cristo. La web social complementa, pero no sustituye, el encuentro en persona, donde experimentamos la vida a través de los sentidos y nos reconocemos como partes del mismo Cuerpo de Cristo.

La Iglesia es una red tejida por la comunión eucarística, donde la unidad se basa en la verdad y en el amor mutuo, no en los “me gusta”. Las redes sociales son un recurso cuando ayudan a las familias a conectarse y luego se encuentran cara a cara, o cuando las comunidades eclesiales coordinan actividades en línea y luego celebran juntas la Eucaristía. La Iglesia nos recuerda que la web social no sustituye la presencia real y el encuentro en persona.

IV)  Un estilo característico

Ama… y vivirás (cfr. Lc 10, 27-28)

El qué y el cómo: la creatividad del amor

Durante este capítulo, se plantea la importancia de la comunicación en el ámbito cristiano y cómo transmitir el mensaje de forma efectiva. Se destaca que la comunicación va más allá de una estrategia, ya que implica entregarse por completo. Se menciona que el estilo de comunicación debe reflejar las actitudes de cercanía, compasión y ternura, características del estilo de Dios. Además, se enfatiza que es crucial comunicar con veracidad, bondad y belleza, y ser una fuente confiable. Se habla de la importancia de la comunidad en la comunicación y cómo trabajar juntos en equipo fortalece la creatividad y la pertenencia. En resumen, se insta a comunicar con amor y pertenencia, involucrando a la comunidad y transmitiendo el mensaje de manera auténtica y colaborativa.

Contarlo con una historia

Las historias tienen un poder único para captar la atención y despertar la imaginación. Nos permiten comprender el mundo y responder a nuestras preguntas más profundas. Además, construyen comunidad a través de la comunicación. En la cultura digital, las historias adquieren relevancia al proporcionar un contexto más completo que los mensajes breves de las redes sociales. Ayudan a recuperar las relaciones humanas al permitirnos contar nuestras propias historias y compartir las que nos han transformado.

Contar historias puede ser una forma más efectiva de responder a comentarios hostiles y dudas sobre nuestro mensaje o misión. Crear una contranarrativa promueve un mensaje positivo y fomenta la solidaridad. Jesús utilizó la historia del buen samaritano como ejemplo, en lugar de debatir con el doctor de la Ley sobre quién es nuestro prójimo. Esta historia permite que el doctor de la Ley se ponga en el lugar del hombre herido y experimente la compasión del samaritano. Solo al comprender esto y recibir el cuidado del samaritano, el doctor de la Ley puede aplicar las lecciones a su propia vida. Todos somos el hombre herido en esta historia, y Jesús es el samaritano.

Desde los inicios de la Iglesia, la narración de las profundas experiencias vividas en la presencia de Jesús ha atraído a otros al discipulado cristiano. Los hechos de los Apóstoles en la Biblia muestran ejemplos de esto. Las historias y experiencias son elementos importantes en la evangelización, junto con las explicaciones sistemáticas de la fe mediante los Símbolos de la Fe y obras doctrinales.

Construir la comunidad en un mundo fragmentado

Las personas buscan orientación y esperanza, pero a menudo no la encuentran en lugares tradicionales. En la actualidad, recurren a los “influencers”, personas con muchos seguidores en las redes sociales que logran inspirar y motivar a otros. El éxito de un influencer está relacionado con su capacidad para destacar y atraer seguidores en el vasto mundo digital.

Ser viral en sí mismo no tiene un impacto automático positivo o negativo en la vida de los demás. Las redes sociales pueden favorecer las relaciones y promover el bien, pero también pueden generar polarización y división entre las personas y los grupos. El entorno digital es un lugar de encuentro donde se pueden encontrar interacciones positivas o negativas.

Micro y macro influentes

La importancia de nuestra influencia, tanto a nivel individual como colectivo. Destaca que todos los cristianos tienen la capacidad de influir, ya sea como macroinfluyentes con una gran audiencia o como microinfluyentes con un círculo más pequeño de relaciones. Se enfatiza que el valor del mensaje transmitido no depende de las cualidades personales del mensajero, sino del vínculo con el Reino de Dios. A medida que aumenta el número de seguidores, también aumenta la responsabilidad de actuar en beneficio de la comunidad y no solo promover opiniones personales desde plataformas digitales.

Ser reflexivos, no reactivos

El estilo cristiano en las redes sociales debe ser reflexivo y no reactivo. Debemos ser cautelosos y evitar caer en las trampas digitales que buscan sembrar conflictos y provocar reacciones emocionales. Debemos abstenernos de publicar y compartir contenido que pueda exacerbar la división, generar malentendidos o fomentar prejuicios. La comunicación polémica y superficial, especialmente cuando proviene de líderes religiosos, es preocupante y puede causar daño a la comunidad. Frente a estas tentaciones, a veces es mejor no reaccionar o responder con silencio para no alimentar dinámicas negativas. Los cristianos están llamados a mostrar un camino diferente en las redes sociales.

Ser activos, ser sinodales

Las redes sociales nos brindan la oportunidad de compartir historias y experiencias, acercándonos a realidades lejanas. Al rezar y buscar el bien juntos, podemos fortalecer los lazos que nos unen. Ser activos implica participar en proyectos que promuevan la dignidad humana, reduzcan las desigualdades digitales y faciliten el acceso a la información. Además, debemos actuar en comunidad, compartiendo nuestros talentos y habilidades para enfrentar los desafíos globales. Siguiendo el ejemplo de Jesús, podemos revelar en las redes sociales la naturaleza sinodal de la Iglesia y promover la comunión entre todos los creyentes.

El signo del testimonio

En las redes sociales, los cristianos deben ser reflexivos y no reactivos, evitando contenidos provocativos y fomentando el respeto y la escucha atenta.

Ser testigo implica sacrificio y ofrecer nuestra vida como instrumento para comunicar el amor de Dios, buscando dar testimonio en lugar de hacer proselitismo.

El atractivo de la fe se encuentra en llegar a las personas donde están y como son, siguiendo el ejemplo de Jesús que se preocupaba por las multitudes pero también se retiraba para rezar.

Nuestro testimonio debe reflejar la alegría y la gratitud que tenemos en el Señor, transmitiendo nuestra esperanza con dulzura y respeto, y dejando que las preguntas despierten la búsqueda de respuestas, confiando en la obra escondida de Dios.

En resumen, los cristianos en las redes sociales deben ser reflexivos, respetuosos y dar testimonio de su fe a través de su vida y palabras, transmitiendo alegría y gratitud, y despertando la búsqueda de respuestas en los demás.


En las autopistas digitales, nos encontramos con amigos y extraños, evitando trampas y conscientes de los heridos a nuestro alrededor. A veces somos nosotros los heridos, y otras veces encontramos a otros heridos. A través de los sacramentos, estos encuentros se convierten en oportunidades para el encuentro con el prójimo y con el Señor. La presencia en las redes sociales se transforma en un encuentro lleno de misericordia, que nos permite experimentar el Reino de Dios y la comunión. Desde esta presencia amorosa, se abre un camino hacia el encuentro personal, donde nuestras heridas y las de los demás pueden ser sanadas y encontrar la plenitud de la alegría.


Que la imagen del buen samaritano que venda las heridas del hombre apaleado, vertiendo sobre ellas aceite y vino, nos sirva como guía. Que nuestra comunicación sea aceite perfumado para el dolor y vino bueno para la alegría. Que nuestra luminosidad no provenga de trucos o efectos especiales, sino de acercarnos, con amor y con ternura, a quien encontramos herido en el camino.

Ciudad del Vaticano, 28 de mayo de 2023, Solemnidad de Pentecostés.

Paolo RuffiniPrefecto

Fuente: Dicasterio para la Comunicación – Vaticano